Misterios Gozosos
La visita de María Santísima a su prima santa Isabel
¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! (Lc 1, 42)
Reflexión
El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde la voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen saltar de alegría a Juan. Haciendo nuestras en el Avemaría las palabras del Ángel y de Santa Isabel, nos sentimos impulsados a buscar siempre de nuevo en María, entre sus brazos y en su corazón, el fruto bendito de su vientre.
(San Juan Pablo II, Rosarium Mariae Virginis, 20 y 24)
Bienaventurada eres porque has creído, dice Isabel a nuestra Madre. La unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque "lleva" a Cristo.
Vuelve tus ojos a la Virgen y contempla cómo vive la virtud de la lealtad. Cuando la necesita Isabel, dice el Evangelio que acude con prisa alegre. ¡Aprende!
(San Josemaría Escrivá)
¿Qué impulsó a María, una muchacha joven, a afrontar aquel viaje? ¿Qué, sobre todo, le empujó a olvidarse de sí misma para pasar los primeros tres meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está escrita en un Salmo: «Corro por el camino de tus mandamientos, [Señor], pues tú, mi corazón dilatas» El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, dilató su corazón a las dimensiones del de Dios y le impulsó por la vía de la caridad.
(Benedicto XVI, Celebración mariana de conclusión del mes de mayo, 2006)
(San Juan Pablo II, Rosarium Mariae Virginis, 20 y 24)
Bienaventurada eres porque has creído, dice Isabel a nuestra Madre. La unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque "lleva" a Cristo.
Vuelve tus ojos a la Virgen y contempla cómo vive la virtud de la lealtad. Cuando la necesita Isabel, dice el Evangelio que acude con prisa alegre. ¡Aprende!
(San Josemaría Escrivá)
¿Qué impulsó a María, una muchacha joven, a afrontar aquel viaje? ¿Qué, sobre todo, le empujó a olvidarse de sí misma para pasar los primeros tres meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está escrita en un Salmo: «Corro por el camino de tus mandamientos, [Señor], pues tú, mi corazón dilatas» El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, dilató su corazón a las dimensiones del de Dios y le impulsó por la vía de la caridad.
(Benedicto XVI, Celebración mariana de conclusión del mes de mayo, 2006)
Reflexiones recogidas en la web: boletinrosario.blogspot.com
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