7 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, XIV ESTACIÓN. 'JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO'




Lectura del Evangelio según San Juan 19,39-40

Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar."

Reflexión

Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos.

Nicodemo recibe el cuerpo de Cristo, se hace cargo de él y lo pone en el sepulcro, en un jardín que recuerda el de la creación. Jesús se deja enterrar como se dejó crucificar, con el mismo abandono, completamente «entregado» en las manos de los hombres y «perfectamente unido» a ellos «hasta el sueño bajo la lápida de la tumba» (S. Gregorio de Narek).

Aceptar las dificultades, los sucesos dolorosos, la muerte, exige una esperanza firme, una fe viva.

La piedra puesta a la entrada de la tumba será removida y una nueva vida surgirá.

En efecto, «por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6,4).

Hemos recibido la libertad de los hijos de Dios para no volver a la esclavitud; se nos ha dado la vida en abundancia, no podemos conformarnos ya con una vida carente de belleza y significado.

Señor Jesús, haz de nosotros hijos de la luz que no temen las tinieblas. Te pedimos hoy por todos los que buscan el sentido de la vida y por los que han perdido la esperanza, para que crean en tu victoria sobre el pecado y la muerte. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - lunes, marzo 07, 2022
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VIACRUCIS, XIII ESTACIÓN. ''JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE'




Lectura del Evangelio según San Juan 19,26-27a

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»

Reflexión

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

Señor Jesús, aquellos que te aman permanecen junto a ti y conservan la fe. Su fe no decae en la hora de la agonía y de la muerte, cuando el mundo cree que el mal triunfa y que la voz de la verdad y del amor, de la justicia y de la paz calla.

Oh María, entre tus manos nosotros ponemos nuestra tierra. «Qué triste es ver a esta tierra bendita sufrir en sus hijos, que se desgarran con saña y mueren» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 8). Parece como si nada pudiera suprimir el mal, el terrorismo, el homicidio y el odio. «Ante la cruz sobre la que tu hijo extendió sus manos inmaculadas por nuestra salvación, oh Virgen, nos postramos en este día: concédenos la paz» (Liturgia bizantina).

Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras. Haz, Señor, que la sangre de las víctimas inocentes sea semilla de un nuevo Oriente más fraterno, pacífico y justo, y que este Oriente recupere el esplendor de su vocación de ser cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos.

Estrella de Oriente, indícanos la venida del Alba. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - lunes, marzo 07, 2022

6 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, XII ESTACIÓN. 'JESÚS MUERE EN LA CRUZ'




Lectura del Evangelio según San Lucas 23,46

y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.

Reflexión

Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.

Desde lo alto de la cruz, un grito: grito de abandono en el momento de la muerte, grito de confianza en medio del sufrimiento, grito del alumbramiento de una vida nueva. Colgado del Árbol de la Vida, entregas el espíritu en manos del Padre, haciendo brotar la vida en abundancia y modelando la nueva criatura. También nosotros afrontamos hoy los desafíos de este mundo: sentimos que las olas de las preocupaciones nos sumergen y hacen vacilar nuestra confianza. Concédenos, Señor, la fuerza de saber en nuestro interior que ninguna muerte nos vencerá, hasta que reposemos entre tus manos que nos han formado y nos acompañan.

Y que cada uno de nosotros pueda exclamar:
«Ayer, estaba crucificado con Cristo,
hoy, soy glorificado con él.
Ayer, estaba muerto con él,
hoy, estoy vivo con él.
Ayer, fui sepultado con él,
hoy, he resucitado con él». (Gregorio Nacianceno).

En las tinieblas de nuestras noches, nosotros te contemplamos. Enséñanos a dirigirnos hacia el Altísimo, tu Padre celestial.

Hoy oramos para que todos aquellos que promueven el aborto tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida. También por los defensores de la eutanasia y por aquellos que promueven técnicas y procedimientos que ponen en peligro la vida humana. Abre sus corazones, para que te conozcan en la verdad, para que se comprometan en la edificación de la civilización de la vida y del amor. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, marzo 06, 2022
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VIACRUCIS, XI ESTACIÓN. 'JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ'




Lectura del Evangelio según San Juan 19, 16a.19

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.».

Reflexión

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

He aquí el Mesías esperado, colgado en el madero de la cruz entre dos malhechores. Las manos que han bendecido a la humanidad están traspasadas. Los pies que han pisado nuestra tierra para anunciar la Buena Noticia cuelgan entre el cielo y la tierra. Los ojos llenos de amor que, con una mirada, han sanado a los enfermos y perdonado nuestros pecados ahora sólo miran al cielo.

Señor Jesús, tú has sido crucificado por nuestras culpas. Tú suplicas al Padre e intercedes por la humanidad. Cada golpe del martillo resuena como un latido de tu corazón inmolado.

Qué hermosos en el monte Calvario los pies de quien anuncia la Buena Noticia de la Salvación. Tu amor, Jesús, ha llenado el universo. Tus manos atravesadas son nuestro refugio en la angustia. Nos acogen cada vez que el abismo del pecado nos amenaza y encontramos en tus llagas la salud y el perdón.

Oh Jesús, te pedimos por todos los jóvenes que están oprimidos por la desesperación, por los jóvenes víctimas de la droga, las sectas y las perversiones.

Líbralos de su esclavitud. Que levanten los ojos y acojan el Amor. Que descubran la felicidad en ti, y sálvalos tú, Salvador nuestro. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, marzo 06, 2022
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VIACRUCIS, X ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS



Lectura del libro de los Salmos 22, 19

repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.

Reflexión

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

En la plenitud de los tiempos, Señor Jesús, has revestido nuestra humanidad; tú, de quien se dice: «La orla de su manto llenaba el templo» (Is 6,1); ahora, caminas entre nosotros, y los que tocan la orla de tus vestidos quedan curados. Pero has sido despojado también de este vestido, Señor. Te hemos robado el manto, y tú nos has dado también la túnica (cf. Mt 5,40). Has permitido que el velo de tu carne se rasgase para que fuésemos admitidos de nuevo a la presencia del Padre (cf. Hb 10,19-20).

Creíamos poder realizarnos nosotros mismos, independientemente de ti (cf. Gn 3,4-7). Nos hemos encontrado desnudos, pero tu amor infinito nos ha revestido de la dignidad de hijos e hijas de Dios y de tu gracia santificante.

Concede, Señor, a los hijos de las Iglesias orientales – despojados por diversas dificultades, a veces incluso por la persecución, y debilitados por la emigración – el valor de permanecer en sus países para anunciar la Buena Noticia.

Oh Jesús, Hijo del hombre, que te has despojado para revelarnos la nueva criatura resucitada de entre los muertos, arranca en nosotros el velo que nos separa de Dios, y entreteje en nosotros tu presencia divina.

Concédenos vencer el miedo frente a los sucesos de la vida que nos despojan y nos dejan desnudos, y revestirnos del hombre nuevo de nuestro bautismo, para anunciar la Buena Noticia, proclamando que eres el único Dios verdadero, que guía la historia. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, marzo 06, 2022

5 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, IX ESTACIÓN. 'JESÚS CAE POR TERCERA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ'



Lectura del la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-15

Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Reflexión

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

Por tercera vez, Jesús cae bajo la cruz cargado con nuestros pecados, y por tercera vez intenta alzarse con todas las fuerzas que le quedan, para proseguir el camino hacia el Gólgota, evitando dejarse aplastar y sucumbir a la tentación.

Desde su encarnación, Jesús lleva la cruz del sufrimiento humano y del pecado. Ha asumido la naturaleza humana de forma plena y para siempre, mostrando a los hombres que la victoria es posible y que el camino de la filiación divina está abierto.

Señor Jesús, la Iglesia, nacida de tu costado abierto, está oprimida bajo la cruz de las divisiones que alejan a los cristianos unos de otros y de la unidad que tú quisiste para ellos; se han desviado de tu deseo de «que todos sean uno» (Jn 17,21), como tú y el Padre. Esta cruz grava con todo su peso sobre sus vidas y su testimonio común. Frente a las divisiones a las que nos enfrentamos, concédenos, Señor, la sabiduría y la humildad, para levantarnos y avanzar por el camino de la unidad, en la verdad y el amor, sin sucumbir a la tentación de recurrir sólo a los criterios que nacen de intereses personales o sectarios (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 11).

Concédenos renunciar a la mentalidad de división «para no hacer ineficaz la cruz de Cristo» (1Co 1,17b). Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - sábado, marzo 05, 2022
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VIACRUCIS, VIII ESTACIÓN 'JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN QUE LLORAN POR ÉL'



Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 27-28

Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

Reflexión

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

En el camino hacia el Calvario, el Señor encuentra a las mujeres de Jerusalén. Ellas lloran por el sufrimiento del Señor como si se tratase de un sufrimiento sin esperanza. Sólo ven en el madero de la cruz un signo de maldición (cf. Dt 21,23), mientras que el Señor lo ha querido como medio de Redención y de Salvación.

En la Pasión y Crucifixión, Jesús da su vida en rescate por muchos. Así dio alivio a los oprimidos bajo el yugo y consuelo a los afligidos. Enjugó las lágrimas de las mujeres de Jerusalén y abrió sus ojos a la verdad pascual.

Nuestro mundo está lleno de madres afligidas, de mujeres heridas en su dignidad, violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 60). Oh Cristo sufriente, sé su paz y el bálsamo de sus heridas.

Señor Jesús, con tu encarnación en María «bendita entre las mujeres» (Lc 1,42), has elevado la dignidad de toda mujer. Con la Encarnación has unificado el género humano (cf. Ga 3,26-28).

Señor, que el deseo de nuestro corazón sea el de encontrarnos contigo. Que nuestro camino lleno de sufrimiento sea siempre un itinerario de esperanza, contigo y hacia ti, que eres el refugio de nuestra vida y nuestra Salvación. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - sábado, marzo 05, 2022
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VIACRUCIS, VII ESTACIÓN 'JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ'




Lectura del libro de los Salmos 22, 8.12

Todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza.¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí
socorro!


Reflexión

Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza. Pero tú, Señor, no te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.

Jesús está solo bajo el peso interior y exterior de la cruz. En la caída es cuando el peso del mal se hace demasiado grande, y parece que no hay límite para la injusticia y la violencia.

Pero él se levanta de nuevo apoyándose en la confianza que tiene en su Padre. Frente a los hombres que lo han abandonado a su suerte, la fuerza del Espíritu lo levanta; lo une completamente a la voluntad del Padre, la del amor que todo lo puede.

Señor Jesús, en tu segunda caída reconocemos tantas situaciones nuestras que parecen no tener salida. Entre ellas, las causadas por los prejuicios y el odio, que endurece nuestro corazón y lleva a conflictos religiosos.

Ilumina nuestras conciencias para que reconozcamos que, a pesar de «las divergencias humanas y religiosas», «un destello de verdad ilumina a todos los hombres», llamados a caminar juntos – respetando la libertad religiosa – hacia la verdad que sólo está en Dios. Así, las distintas religiones podrán «unir sus esfuerzos para servir al bien común y contribuir al desarrollo de cada persona y a la construcción de la sociedad» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 27-28).

Ven, Espíritu Santo, a consolar y fortalecer a los cristianos, en particular a los de Oriente Medio, de modo que unidos a Cristo sean testigos de su amor universal en una tierra lacerada por la injusticia y los conflictos. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - sábado, marzo 05, 2022
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VIACRUCIS, VI ESTACIÓN 'LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS'



Lectura del libro de los Salmos 27,8-96

Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro busco: No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.


Reflexión

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

La Verónica te ha buscado en medio de la gente. Te ha buscado, y al final te ha encontrado. Mientras tu dolor llegaba al extremo, ha querido aliviarlo enjugándote el rostro con un paño. Un pequeño gesto, que expresaba todo su amor por ti y toda su fe en ti, y que ha quedado impreso en la memoria de nuestra tradición cristiana.

Señor Jesús, buscamos tu rostro. La Verónica nos recuerda que tú estás presente en cada persona que sufre y que se dirige al Gólgota. Señor, haz que te encontremos en los pobres, en tus hermanos pequeños, para enjugar las lágrimas de los que lloran, hacernos cargo de los que sufren y sostener a los débiles.

Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad, y que permanece como signo de tu presencia oculta en el mundo. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella.

Oremos por todos los que buscan tu rostro y lo encuentran en quienes no tienen hogar, en los pobres, en los niños expuestos a la violencia y a la explotación. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - sábado, marzo 05, 2022

4 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, V ESTACIÓN 'EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ'



Lectura del Evangelio según san Lucas 23, 26

Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la
cruz para que la llevará detrás de Jesús.


Reflexión

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

El encuentro de Jesús con Simón de Cirene es un encuentro silencioso, una lección de vida: Dios no quiere el sufrimiento y no acepta el mal. Lo mismo vale para el ser humano. Pero el sufrimiento, acogido con fe, se trasforma en camino de salvación. Entonces lo aceptamos como Jesús, y ayudamos a llevarlo como Simón de Cirene.

Señor Jesús, tú has hecho que el hombre tomara parte en llevar tu cruz. Nos has invitado a compartir tu sufrimiento. Simón de Cirene es uno de nosotros, y nos enseña a aceptar la cruz que encontramos en el camino de la vida.

Señor, siguiendo tu ejemplo, también nosotros llevamos hoy la cruz del sufrimiento y de la enfermedad, pero la aceptamos porque tú estás con nosotros. Ésta nos puede encadenar a una silla, pero no impedirnos soñar; puede apagar la mirada, pero no herir la conciencia; puede dejar sordos los oídos, pero no impedirnos escuchar; atar la lengua, pero no apagar la sed de verdad. Puede adormecer el alma, pero no robar la libertad.

Señor, queremos ser tus discípulos para llevar tu cruz todos los días; la llevaremos con alegría y con esperanza para que tú la lleves con nosotros, porque tú has alcanzado para nosotros el triunfo sobre la muerte.

Te damos gracias, Señor, por cada persona enferma y que sufre, que sabe ser testigo de tu amor, y por cada «Simón de Cirene» que pones en nuestro camino. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - viernes, marzo 04, 2022

3 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, IV ESTACIÓN 'JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE'



Lectura del Evangelio según san Lucas 2,34-35.51b

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción.
¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.
Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.


Reflexión

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Herido y sufriendo, llevando la cruz de todos los hombres, Jesús encuentra a su madre y, en su rostro, a toda la humanidad.

María, Madre de Dios, ha sido la primera discípula del Maestro. Al acoger la palabra del ángel, ha encontrado por primera vez al Verbo encarnado y se ha convertido en templo del Dios vivo. Lo ha encontrado sin comprender cómo el Creador del cielo y de la tierra ha querido elegir a una joven, una criatura frágil, para encarnarse en este mundo. Lo ha encontrado en una búsqueda constante de su rostro, en el silencio del corazón y en la meditación de la Palabra. Creía ser ella quien lo buscaba, pero, en realidad, era él quien la buscaba a ella.

Ahora, mientras lleva la cruz, la encuentra.

Jesús sufre al ver a su madre afligida, y María viendo sufrir a su Hijo. Pero de este común sufrimiento nace la nueva humanidad. «Paz a ti. Te suplicamos, oh Santa llena de gloria, siempre Virgen, Madre de Dios, Madre de Cristo. Eleva nuestra oración a la presencia de tu amado Hijo para que perdone nuestros pecados» (Theotokion del Orologion copto, Al-Aghbia 37).

Señor Jesús, también nosotros sentimos en nuestras familias los sufrimientos que los padres causan a sus hijos y éstos a sus padres. Señor, haz que en estos tiempos difíciles nuestras familias sean lugar de tu presencia, de modo que nuestros sufrimientos se transformen en alegría. Sé tú la fuerza de nuestras familias y haz que sean oasis de amor, paz y serenidad, a imagen de la Sagrada Familia de Nazaret. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - jueves, marzo 03, 2022
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VIACRUCIS, III ESTACIÓN 'JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ'



Lectura del  profeta  Isaías 53, 5

El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.


Reflexión


Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron.

Aquél que tiene las luminarias del cielo en la palma de su mano divina, y ante el cual tiemblan las potencias celestes, cae por tierra sin protegerse bajo el pesado yugo de la cruz.

Aquél que ha traído la paz al mundo, herido por nuestros pecados, cae bajo el peso de nuestras culpas.

«Mirad, oh fieles, nuestro Salvador que avanza por la vía del Calvario. Oprimido por amargos sufrimientos, las fuerzas le abandonan. Vamos a ver este increíble evento que sobrepasa nuestra comprensión y es difícil de describir. Temblaron los fundamentos de la tierra y un miedo terrible se apoderó de los que estaban allí cuando su Creador y Dios fue aplastado bajo el peso de la cruz y se dejó conducir a la muerte por amor a toda la humanidad» (Liturgia caldea).

Señor Jesús, levántanos de nuestras caídas, reconduce nuestro espíritu extraviado a tu Verdad. No permitas que la razón humana, que tú has creado para ti, se conforme con las verdades parciales de la ciencia y de la tecnología sin intentar siquiera plantearse las preguntas fundamentales sobre el sentido y la existencia (cf. Carta ap. Porta fidei, 12).

Concédenos, Señor, abrirnos a la acción de tu Santo Espíritu, de modo que nos conduzca a la plenitud de la verdad. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - jueves, marzo 03, 2022

2 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, II ESTACIÓN 'JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS'



Lectura del Evangelio según san Marcos 15, 20

Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.


Reflexión


Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Jesucristo se encuentra ante unos soldados que creen tener todo el poder sobre él, mientras que él es aquel por medio del cual «se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1,3).

En todas las épocas, el hombre ha creído poder sustituir a Dios y determinar por sí mismo el bien y el mal (cf. Gn 3,5), sin hacer referencia a su Creador y Salvador. Se ha creído omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero.

También hoy el mundo se somete a realidades que buscan expulsar a Dios de la vida del mundo, como el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 29).

Señor Jesús, tú que has asumido la humillación y te has identificado con los débiles, te confiamos a todos los hombres y a todos los pueblos humillados y que sufren, en especial los del atormentado Oriente. Concédeles que obtengan de ti la fuerza para poder llevar contigo su cruz de esperanza. Nosotros ponemos en tus manos todos aquellos que están extraviados, para que, gracias a ti, encuentren la verdad y el amor. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - miércoles, marzo 02, 2022

1 de marzo de 2022

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VIACRUCIS, I ESTACIÓN 'JESÚS ES CONDENADO A MUERTE'



Lectura del Evangelio según san Marcos 15,12-15

Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?». La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!». 
Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Reflexión

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Ante Pilato, que ostenta el poder, Jesús debía de haber obtenido justicia. Pilato tenía en efecto el poder de reconocer la inocencia de Jesús y de liberarlo. Pero el gobernador romano prefiere servir la lógica de sus intereses personales, y se somete a las presiones políticas y sociales. Condenó a un inocente para agradar a la gente, sin secundar la verdad. Entregó a Jesús al suplicio de la cruz, aun sabiendo que era inocente… antes de lavarse las manos.

En nuestro mundo contemporáneo, muchos son los «Pilato» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan al servicio de los más fuertes. Son muchos los que, débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida.

Señor Jesús, no permitas que seamos contados entre los injustos. No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Confírmales en la esperanza e ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia. Amén.


Vía Crucis en el Coliseo 2013, presidido por el Santo Padre Francisco
Meditaciones de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raïs

Meditación publicada en la web del Vaticano

Publicado por: Acción Católica General de Madrid - martes, marzo 01, 2022

3 de noviembre de 2019

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Pedro, roca de la Iglesia

NOTAS PARA EL RETIRO
Noviembre 2019






Pedro, roca de la Iglesia


Al igual que el misterio de la salvación de los hombres es un camino de abajamiento, de humildad, por parte de Jesucristo, de la misma forma ha de ser en sus discípulos: para poder presentarse como apóstoles del Hijo de Dios, su camino ha de ser de la misma manera, en la misma dirección. En san Pedro vemos cómo el seguimiento del Señor consiste en un camino de humildad. De hecho, en la humildad está la prueba que permite valorar si uno está en condiciones de aceptar la misión que se le va a encomendar.

Pedro es un pescador que asume una tarea complicada. Jesús le convierte en el primero entre iguales (Mt 16). Y no sólo para mientras el Maestro está, sino también para cuando no esté. Eso supone que va a tener que ser muy fuerte, porque las dificultades van a surgir más pronto que tarde. ¿De dónde sacar esa fuerza? ¿Cómo podrá soportar la responsabilidad, la urgencia, cada circunstancia? He aquí que, en cuanto se enfrenta a la primera situación realmente comprometida, descubre que no es tan fácil; así le sucede en las negaciones (Mt 26,69-75). Según tiene que afrontar la situación, queda solo y cae.

¿No nos repetimos a nosotros mismos lo fuertes que tenemos que ser ante las responsabilidades? ¿Afronto las circunstancias como el que tiene que sostener o como el que tiene que ser sostenido? ¿Qué realidades de mi propia vida me invitan a cargar con todo y seguir adelante, consciente del gran esfuerzo que hago? ¿En cuáles Dios es una ayuda y en cuales me sostiene?

Así que Pedro va a tener que aceptar que es, a la vez, un creyente y un pecador. Un creyente porque el que lo lleva es el Señor, el que lo guía y conforta es Cristo, un pecador porque la relación con Cristo conlleva una experiencia necesaria de arrepentimiento y de perdón. Pedro tiene que aceptar que va a fallar a Jesús, pero que Jesús le perdona. Pedro tiene que asumir que es un pecador, pero un pecador creyente, que espera de Jesús lo que él mismo no puede darse, la santidad y la gracia. Cuando Pedro escucha el canto del gallo y cae en la cuenta de lo que ha hecho, de que ha puesto por encima su visión de las cosas, de que ha querido que las cosas sean a su manera, sin pasar por el misterio pascual, la traición del pecado le abre a un nuevo mundo, un mundo significado por la confusión. ¿Cómo puede ser? Yo, con lo que quiero a Dios… ¿Cómo he podido? El corazón experimenta la humillación, se encuentra deshecho, desolado. Quebrantado. “Hecho trizas” dice literalmente el salmo 50. Es la angustia de la tentación que se avecina o de la tentación en la que ya se ha caído.

No nos resulta difícil, tan acostumbrados que estamos a contemplar ese pasaje evangélico, imaginar a Pedro en esa situación interior, en esa angustia y esa desorientación de quien ha cometido un pecado, de quien ha sido vencido por la tentación y ha negado a su Señor. No nos resultará tampoco difícil vernos a nosotros mismos en esa situación. Un autor antiguo lo explica así: Cuando aparezca la tentación “te encontrarás ante ella como un niño que no sabe a dónde volver la cabeza. Todo tu saber se convertirá en confusión, como el de un niño pequeño. Y tu espíritu, que parecía tan sólidamente enraizado en Dios, tu conocimiento tan claro, tu pensamiento tan equilibrado, se sumergirán en un océano de dudas”.

¿He experimentado esa traición a Jesús? ¿He rechazado sus planes últimamente, eligiendo algo más cómodo, más razonable, más tranquilo? ¿Cómo me doy cuenta de mi error, de mi traición? ¿En qué ámbitos de mi vida me cuesta más asumir que en el camino oscuro me guía el Señor, y me empeño en que las cosas sean a mi manera? ¿Deseo cambiar o ya me he acostumbrado?

La cuestión fundamental es que, en esa situación, el hombre se ve inserto en la dinámica pascual, muerte y resurrección, que tiene que aceptar en su vida y reconocer como fundamental para su salvación. Pero aún “no ha bajado suficientemente”, y tiene que hacerlo aún más para recibir la vida: ¿Cómo sale Pedro de ahí? ¿Cómo salir nosotros? Este mismo autor termina este texto diciendo: “Una sola cosa te ayudará entonces a vencer las dudas: la humildad. En cuanto te dejes sumergir en ella, todo el poder de las tentaciones se desvanece”. Esto significa que no tenemos que salir huyendo ante la humillación, sino que tenemos que, por decirlo de alguna forma, abrazarla, quererla. Solamente así el corazón de piedra se destruye y se convierte en el corazón de carne que había, pero que estaba tapado por defensas y seguridades propias. Si ante la tentación nos humillamos, si aceptamos bajar todavía más, entonces el Señor nos protege. El orgullo nos hace creer que podemos vencer esa tentación, puntual o constante, con nuestras propias fuerzas, por nosotros mismos, tomando decisiones tranquilas, pausadas, equilibradas… como en un ejercicio de voluntarismo y de razón. Si la tentación conduce al pecado no es, por lo general, por una falta de generosidad, sino que muchas veces es por una carencia de humildad. Pero en quien actúa con humildad, la confianza inquebrantable en la misericordia de Dios se convierte en la fuerza capaz de levantarnos en nuestras caídas.

Así que Pedro tiene que recorrer, entonces, un doble camino: dejarse perdonar por el Señor, y aceptar perdonarse a sí mismo. Ese camino supone aceptar que Él no va a realizar su misión por su propia capacidad; su propia capacidad ya se ha venido abajo, ha quedado reducida a ruinas. Va a ser el Señor el que le fortalezca y sostenga en su debilidad, el que construya esa fuerza necesaria para creer y responder como debe. En definitiva, Pedro va a experimentar que su misión sólo puede realizarse desde la humildad si quiere transparentar la gloria de Dios.

¿Afronto con humildad mis caídas y negaciones, o desde la vanidad que nos produce rabia, un enfado grande por no haber sido capaces, valientes? ¿Me dura el cabreo o la decepción como para que afecte a los demás, o acepto que a mi debilidad sale Jesús al encuentro para levantarme, como en mi propia resurrección? ¿Busco quien me apoye para mantenerme en mi postura, o busco quien me levante en mi debilidad, en mi aparente fortaleza? ¿Qué me cuesta más, dejarme perdonar por el Señor, o perdonarme a mí mismo mi nueva caída? ¿Acepto humildemente nuevos medios a mis negaciones, o me conformo con hacer siempre lo mismo? ¿Vivo en mi vida la relación del perdón con la misión, o planteo mi misión en la Iglesia y el mundo al margen de la Pascua, del perdón de Cristo?

San Basilio de Cesarea, en una homilía comentando el pasaje de las negaciones de Pedro, dice: “El Señor lo abandonó entonces a su debilidad de hombre y llegó a renegar de él, pero su caída lo volvió sabio y lo hizo ponerse en guardia. Aprendió a tratar con indulgencia a los débiles al haber conocido él mismo su propia debilidad y desde ese mismo momento supo con toda claridad y certeza que gracias a la fuerza de Cristo, había sido preservado cuando estaba en peligro de muerte por su falta de fe. La humildad es la que libera a quien ha pecado muchas veces y gravemente”. Pero, ¿en qué consiste esta humildad? ¿Cómo se alcanza? La humildad es la virtud que nos ofrece una visión real de la vida y de nuestras cosas. “Andar en la verdad”, dice santa Teresa de Jesús. Cuando la soberbia, el pecado, aparecen en el corazón humano, desvirtúan la realidad, la cambian, la adaptan a los intereses del tentador, por muy sensato que parezca lo que estamos pensando, porque ya no lo pensamos para descubrir la verdad, sino para encontrar nuestra propia verdad, para reafirmarnos en lo que queremos. Sin embargo, la humildad nos permite reconocer lo que es de Dios y lo que es nuestro, nos permite aceptar que sólo Dios es santo, y nosotros unos pobres pecadores, sus siervos. Santa Teresa de Jesús dice en el Libro de la Vida: “Fatígame, Señor, aun decir esto, porque sé que fue mía toda la culpa; porque no me parece os quedó a Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda vuestra”. Cuando la misma santa Teresa cuenta el relato de su conversión definitiva a Dios, lo primero que ella reconoce es la impresión causada por el amor del Redentor, que ha probado el sufrimiento y la cruz por nosotros. Sólo a la luz de este amor nace el verdadero dolor por los pecados, el arrepentimiento por la ingratitud personal, por haber fallado a Dios, por elegirle a medias, poniéndole condiciones. Sólo a la luz de ese amor, y arrepentidos, puede nacer en nosotros el deseo de entregarle a Dios lo que nos hace caer, confiarnos en sus manos, y no en lo que nos guardamos cada uno de nosotros.

El amor del Señor no nos hace olvidar nuestras faltas, poner nuestra confianza en el amor del crucificado no significa sacar de nuestra conciencia nuestro pecado: nos sirve para ver nuestra fragilidad, la facilidad con la que hacemos la vida a nuestra manera a pesar de ser iluminados por un amor más fuerte y que nos quiere sostener. Es lógico el miedo a recaer, pero el amor de Dios pide que nos lancemos confiados en sus manos, que no nos fiemos de nuestras fuerzas. Por eso, acoger, aceptar el amor de Dios que se nos ha dado, nos permite ver el pecado como pecado condenado por el amor de Dios. Pedro aprende también así, desde el amor que Jesús le muestra a la orilla del lago (Jn 21), cómo cura el amor de Dios, de qué forma quiere actuar en él para que, desde la humildad, evite el escándalo. Así, Pedro aprende que el misterio de la muerte y resurrección de Cristo se realizan constantemente en su propia vida, invitándole a la humildad y a confiar.


¿Acepto este camino del Señor como el único válido para seguirle por la vida? ¿Qué me hace resistirme, me dificulta la fe? ¿Quién me ayuda a confiar, me habla de creer, de dejarme en los brazos del Señor, que nos cuida bien? ¿Reconozco cómo me construye esa forma de seguir al Señor para no empeñarme en lo mío, sino ablandar mi corazón a su cuidado?
Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, noviembre 03, 2019

1 de octubre de 2019

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Los apóstoles, testigos y enviados de Cristo

NOTAS PARA EL RETIRO
Octubre 2019


Tentaciones con respecto a la Iglesia


Cierra san Juan su evangelio advirtiendo de la inmensa cantidad de experiencias que los apóstoles vivieron junto al Señor durante su vida terrena. Podríamos pensar que nuestro día a día en la Iglesia, como creyentes siguiendo al Señor, es el eco de aquel big bang que supuso la experiencia de los doce con el Maestro. Aquel universo en expansión nos incluye y alcanza, y la relación recién creada de los hombres con el Salvador se prolonga en la historia gracias al sí misterioso de aquellos hombres que aceptaron una llamada culminante: el hombre, creado por Dios, puede compartir su vida con Dios, y comunicar, por sus palabras y obras, el contenido de esa vida. La relación creada con los discípulos nos alcanza a nosotros, no es casual. Contiene la voluntad de Dios sobre nosotros, que nos es comunicada a su tiempo. Tanto es así, que la relación creada mantiene una estructura eclesial: no es una relación aislada en el mundo o la historia, sin relación con nada ni nadie. Es, en realidad, una llamada a ser en la Iglesia, a vivir en la relación con la Iglesia, desde los primeros llamados, hasta los recién bautizados de nuestras parroquias.

Aprender el tiempo desde la perspectiva de Dios, valorarnos en aquella relación, en aquella llamada, nos permitirá afrontar nuestro ser en la Iglesia en su sentido amplio: no consiste en un grupo, en un cura, en una ideología, en una actividad. Todo eso es pasajero y así debemos vivirlo. Comencemos por leer la llamada de los Doce, en la que Cristo inaugura un grupo especial, fundamento de nuestra fe (Mc 3,13 s.). En ese silencio de los discípulos se encierra el misterio: estamos necesitados de aprender a responder, porque no sabemos. Una respuesta que no se refiere a hoy, sino a cada hoy, a siempre. Igual que la llamada no es para hoy. Es de siempre.

¿Cuál es mi experiencia cuando leo el texto? ¿Soy capaz de contemplarlo en el silencio, desde lo que no alcanzo a ver? ¿Qué forma de asumir la llamada tienen los discípulos en el monte? Ellos no ven lo que hay por delante: ¿valoro su fe, su decisión? ¿Entiendo mi llamada en la Iglesia y solo en ella, o pretendo verme al margen, diferente?

La soledad con la que Cristo ora en el monte, durante la noche, antes de llamar a los discípulos, manifiesta todo lo anterior, la llamada amorosa deseada desde antes del tiempo: es la presencia de Dios entre los hombres, su palabra misteriosa, la que de verdad reúne y da identidad a los discípulos, a la vez que les invita a entrar en un camino de confianza en Dios que les ayuda a aceptar sus ritmos y formas.
El testimonio será dado por discípulos, pero siempre en coherencia con la forma original, con Cristo. Esto ayuda a que, en muchas ocasiones, podamos decir que hay cosas que “son de Dios” y “otras que no”: es la convivencia la que revela lo que es propio de Dios y lo que no lo es. Aquí se dará una continuidad. Eso sí, cada receptor de ese testimonio ofrecerá el suyo a su manera, en su contexto, con sus formas. Aquí se dará una discontinuidad. Cristo respeta la personalidad y la libertad de los que llama, convirtiéndolas en cauces que muestran con belleza un conjunto armónico y misterioso, universal a la vez que concreto, los fundamentos de la Iglesia.

¿Acepto las particularidades de la Iglesia de hoy, de sus miembros, tal y como acepto las de los primeros discípulos? ¿Reconozco y agradezco la catolicidad de la Iglesia, de sus testimonios y miembros, que me hace a mí partícipe de la buena noticia del evangelio? ¿Qué dificultades encuentro a la hora de salir de mi propia experiencia y conocer la amplitud de la Iglesia unida por la llamada del Señor? ¿Vivo y acepto esa libertad en los miembros de la Iglesia, o la vivo para mí y me cuesta para los demás?

La llamada a los apóstoles es una llamada al testimonio. La fe de los discípulos no se separa en ningún momento del testimonio que puedan dar. Acompañar a Jesús es aprender la tarea evangelizadora, no es ir de brazos cruzados. El discípulo se acerca a Jesús, habla con Él, lo admira, lo quiere cada vez más, “lucha” con Él, pero sabe que esa relación personal conlleva una llamada a ofrecer esa relación personal a todos: Jesús no busca un grupo para no estar solo, busca un grupo con el que ser conocido, para que conocido Él, sean conocidos el Padre y su salvación. En los pequeños gestos cotidianos y en las grandes decisiones, los discípulos han de ofrecer a Jesús. No se le guarda para grandes momentos, pues Jesús no se ha mostrado en grandes momentos solamente, sino en la vida cotidiana.

Por eso, la misión requiere una profunda interiorización del don del Espíritu, que alcanza lo más profundo de cada apóstol, y cuanto más profundo alcanza, más fuerte es el vínculo y más fácil es que aparezca en cada palabra o acción. Una tradición oral y una tradición escrita, como la Iglesia reconoce, son la prueba de que han recibido el Espíritu Santo en lo más profundo de su ser, y se han visto afectados en todo lo vivido.

¿De qué forma van asumiendo los discípulos con el Señor su misión? ¿Experimentan éxitos y fracasos? ¿Cómo los afrontan? ¿Esa vida que evangeliza está asumida en mí? ¿Soy superficial en mis acciones creyentes, me salen solas o tengo que pensarlas? ¿Cuáles son las que me salen más fácilmente y a cuáles tengo que dar mil vueltas? ¿Me encomiendo al Espíritu Santo y trabajo mis puntos débiles, o soy dejado para crecer en la fe? ¿Mi grupo es para vivir el evangelio o para vencer mi soledad, mi aburrimiento?

El testimonio de los apóstoles es también manifestación de una fraternidad: creer en Cristo y seguir a Cristo supone entrar en una forma concreta de relacionarse. Hermanos en Cristo. Biorritmos, manías, particularidades, acentos, todo queda integrado en la convivencia con el Señor, pasando a un segundo plano, por detrás de la voluntad del Señor y de su misión. Los apóstoles tienen que aprenderlo y tienen que enseñarlo. La sabiduría de nuestro tiempo opta por el individualismo, parte del principio de que los otros molestan para vivir la fe, ya sea en misa ya sea en mi trabajo. Esta sabiduría no es cristiana: Cristo ha creado un grupo de Doce no para tener más gente, sino para que experimenten y reflejen la comunión en la Iglesia celeste. El cielo no es estar solo, no es estar con quien uno elige, no es que no estén quienes no me parece: el cielo es la comunión con Cristo y los hermanos. La Iglesia es, en su origen, comunidad fraterna y peregrina. Nadie va solo, nadie cree solo, nadie se salva solo. Y aún más: nadie se salva apartando a otros, separando a los que no me van.

En los otros, y en la relación con los otros, se nos ofrece la vivencia del misterio pascual, donde uno puede reconocer a Cristo en el ejercicio de negarse a uno mismo, o reconocerlo en el servicio al prójimo, o donde uno puede alcanzar los orígenes de la fe en Cristo en el ejercicio de confiarse a la comunidad y crecer en relación con los otros. De forma misteriosa, cuando uno realiza estos ejercicios, se descubre en medio de una continuidad temporal: sí, aquella era mi Iglesia, yo formo parte de aquellos con los que Jesús comenzó su preciosa tarea. Esta certeza es necesaria ante las dificultades y pruebas de la vida, ante los escándalos que en el seno de la Iglesia nos tientan, ante las debilidades que tantas veces nos cuestan y nos hacen más difícil seguir.


¿De qué forma van asumiendo los discípulos con el Señor su misión? ¿Experimentan éxitos y fracasos? ¿Cómo los afrontan? ¿Esa vida que evangeliza está asumida en mí? ¿Soy superficial en mis acciones creyentes, me salen solas o tengo que pensarlas? ¿Cuáles son las que me salen más fácilmente y a cuáles tengo que dar mil vueltas? ¿Me encomiendo al Espíritu Santo y trabajo mis puntos débiles, o soy dejado para crecer en la fe? ¿Mi grupo es para vivir el evangelio o para vencer mi soledad, mi aburrimiento?
Publicado por: Acción Católica General de Madrid - martes, octubre 01, 2019