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13 de junio de 2015

Sed Ciudadanos dignos del Evangelio - 04/05/2008

Discurso del Santo Padre
Roma, Piazza San Pietro - 4 de mayo de 2008 

Queridos muchachos, 
jóvenes y adultos de la Acción católica: 

Es para mí una gran alegría acogeros hoy aquí, en la plaza de San Pedro, donde muchas veces en el pasado vuestra benemérita asociación se ha encontrado con el Sucesor de Pedro. Gracias por vuestra visita. Os saludo con afecto a todos, que habéis venido de las diversas partes de Italia, así como a los miembros del Foro internacional, que provienen de cuarenta países del mundo. En particular, saludo al presidente nacional, profesor Luigi Alici, al que agradezco las sinceras palabras que me ha dirigido; al consiliario general, monseñor Domenico Sigalini; y a los responsables nacionales y diocesanos. Os doy las gracias también por el particular regalo que me habéis hecho a través de vuestros representantes y que testimonia vuestra solidaridad con los más necesitados. Expreso mi profundo agradecimiento al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia episcopal italiana, que ha celebrado la santa misa para vosotros.  



Habéis venido a Roma en compañía espiritual de vuestros numerosos santos, beatos, venerables y siervos de Dios: hombres y mujeres, jóvenes y niños, educadores y sacerdotes consiliarios, ricos en virtudes cristianas, crecidos en las filas de la Acción católica, que en estos días cumple 140 años de vida. La magnífica corona de rostros que abrazan simbólicamente la plaza de San Pedro es un testimonio tangible de una santidad rica en luz y amor. Estos testigos, que siguieron a Jesús con todas sus fuerzas, que se prodigaron por la Iglesia y por el reino de Dios, son vuestro documento de identidad más auténtico. 

¿Acaso no es posible también hoy para vosotros, muchachos, para vosotros, jóvenes y adultos, hacer de vuestra vida un testimonio de comunión con el Señor, que se transforme en una auténtica obra maestra de santidad? ¿No es precisamente esta la finalidad de vuestra asociación? Ciertamente, esto será posible si la Acción católica sigue manteniéndose fiel a sus profundas raíces de fe, alimentadas por una adhesión plena a la palabra de Dios, por un amor incondicional a la Iglesia, por una participación vigilante en la vida civil y por un constante compromiso formativo. 

Queridos amigos, responded generosamente a esta llamada a la santidad, según las formas más características de vuestra condición laical. Seguid dejándoos inspirar por las tres grandes "consignas" que mi venerado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II, os confió en Loreto en el año 2004: contemplación, comunión y misión. 

La Acción católica nació como una asociación particular de fieles laicos, caracterizada por un vínculo especial y directo con el Papa, que muy pronto se convirtió en una valiosa forma de "cooperación de los laicos en el apostolado jerárquico", recomendada "encarecidamente" por el concilio Vaticano II, que describió sus irrenunciables "notas características" (cf. Apostolicam actuositatem, 20). Esta vocación sigue siendo válida también hoy. Por tanto, os animo a proseguir con generosidad en vuestro servicio a la Iglesia. Asumiendo su fin apostólico general con espíritu de íntima unión con el Sucesor de Pedro y de corresponsabilidad operante con los pastores, prestáis un servicio en equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, que os llama a dar una contribución incesante e insustituible a la comunión. 

Esta amplia dimensión eclesial, que identifica vuestro carisma asociativo, no es signo de una identidad incierta o superada; más bien, atribuye una gran responsabilidad a vuestra vocación laical: iluminados y sostenidos por la acción del Espíritu Santo y arraigados constantemente en el camino de la Iglesia, se os estimula a buscar con valentía síntesis siempre nuevas entre el anuncio de la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo y la promoción del bien integral de la persona y de toda la familia humana. 

En mi intervención en la IV Asamblea eclesial nacional, celebrada en Verona en octubre de 2006, precisé que la Iglesia en Italia "es una realidad muy viva, que conserva una presencia capilar en medio de la gente de todas las edades y condiciones. Las tradiciones cristianas con frecuencia están arraigadas y siguen produciendo frutos, mientras que se está llevando a cabo un gran esfuerzo de evangelización y catequesis, dirigido en particular a las nuevas generaciones, pero también cada vez más a las familias" (Discurso de clausura, 19 de octubre de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de octubre de 2006, p. 8). 

¿Cómo no ver que esta presencia capilar es también un signo discreto y tangible de la Acción católica? En efecto, la amada nación italiana siempre ha podido contar con hombres y mujeres formados en vuestra asociación, dispuestos a servir desinteresadamente a la causa del bien común, para la edificación de un orden justo de la sociedad y del Estado. Por consiguiente, vivid siempre a la altura de vuestro bautismo, que os ha sumergido en la muerte y la resurrección de Jesús, para la salvación de todos los hombres que encontréis y de un mundo sediento de paz y de verdad. 

Sed "ciudadanos dignos del Evangelio" y "ministros de la sabiduría cristiana para un mundo más humano": este es el tema de vuestra asamblea; y es también el compromiso que asumís hoy ante la Iglesia italiana, aquí representada por vosotros, por vuestros presbíteros consiliarios, por los obispos y por su presidente. 

En una Iglesia misionera, que afronta una emergencia educativa como la que existe hoy en Italia, vosotros, que la amáis y la servís, sed anunciadores incansables y educadores formados y generosos. En una Iglesia llamada a pruebas incluso muy exigentes de fidelidad y tentada de acomodarse, sed testigos intrépidos y profetas de radicalismo evangélico. En una Iglesia que se confronta diariamente con la mentalidad relativista, hedonista y consumista, ensanchad los horizontes de la racionalidad con una fe amiga de la inteligencia, tanto en el ámbito de una cultura popular y generalizada, como en el de una investigación más elaborada y profunda. En una Iglesia que llama al heroísmo de la santidad, responded sin temor, confiando siempre en la misericordia de Dios. 

Queridos amigos de la Acción católica italiana, en el camino que tenéis delante no estáis solos: os acompañan vuestros santos. También otras figuras han desempeñado papeles significativos en vuestra
asociación: pienso, por ejemplo, entre otros, en Giuseppe Toniolo y en Armida Barelli. Estimulados por estos ejemplos de cristianismo vivido, habéis comenzado un año extraordinario, un año que podríamos calificar de santidad, durante el cual os comprometéis a encarnar en la vida concreta las enseñanzas del Evangelio. Os aliento en este propósito. Intensificad la oración, orientad vuestra conducta según los valores eternos del vangelio, dejándoos guiar por la Virgen María, Madre de la Iglesia. El Papa os acompaña con un recuerdo constante ante el Señor, a la vez que os imparte de
 corazón la bendición aposólica a vosotros, aquí presentes, y a toda la asociación. 


Publicado por: Acción Católica General de Madrid - sábado, junio 13, 2015

10 de mayo de 2015

Acción Católica: Vivir la fe, amar la vida.

Vaticano, 6 de mayo 2011. 
Mensaje del Papa a la Acción Católica Italiana Con motivo de su XIV Asamblea General

¡Queridos amigos de la Acción Católica Italiana!

Estáis reunidos en vuestra Asamblea general sobre el tema: Vivir la fe, amar la vida. El compromiso educativo de la Acción Católica, para reafirmar vuestro amor a Cristo y a la Iglesia y renovar el camino de vuestra Asociación, con el compromiso de asumir plenamente vuestra responsabilidad laica al servicio del Evangelio. Sois adolescentes, jóvenes y adultos que se ponen al disposición del Señor en la Iglesia con un compromiso solemne, público, en comunión con los Pastores, para dar un buen testimonio en todos los ámbitos de la vida. Vuestra presencia es omnipresente en las parroquias, en las familias, en los barrios, en los ambientes sociales: una presencia que vivís en la cotidianidad y en la aspiración a la santidad. Vuestros niños y chicos, adolescentes y jóvenes quieren ser festivos y felices, generosos y valientes, como el beato Pier Giorgio Frassati. 


Tenéis el empuje de la dedicación en la construcción de la ciudad y valentía de servicio en las instituciones, como Vittorio Bachelet, como el beato Alberto Marvelli, como Giuseppe Toniolo, que pronto será proclamado beato. En vuestro proyecto de formación humana y cristiana queréis ser amigos fieles de Cristo, como las beatas Pierina Morosini y Antonia Mesina, como la venerable Armida Barelli. Queréis reavivar nuestras comunidades con niños fascinantes por la pureza de su corazón, como Antonietta Meo, capaces de atraer también a los padres, a Jesús. Cuando acojo a vuestros jóvenes con ocasión de la Navidad o del mes de la paz, me quedo siempre admirado de la autenticidad con la que comunican la alegría del Señor.

Me reuní el año pasado, en octubre, con vuestros adolescentes y los jóvenes, comprometidos y alegres, amantes de la verdadera libertad que les conduce a una vida generosa, a un apostolado directo. Tienen ante sí el ejemplo de hombres y mujeres contentos con su fe, que quieren acompañar a las nuevas generaciones con amor, con sabiduría y con la oración, que pretenden construir con paciencia tejidos de vida comunitaria y afrontar los problemas más apremiantes de la vida cotidiana de la familia: la defensa de la vida, el sufrimiento de las separaciones y del abandono, la solidaridad en las desgracias, la acogida de los pobres y de los apátridas. Os siguen presbíteros asistentes que saben bien que significa educar a la santidad. En las diócesis estáis llamados a colaborar con vuestros obispos, de manera constante, fiel y directa, en la vida y en la misión de la Iglesia. Todo esto no naceespontáneamente, sino con una respuesta generosa a la llamada de Dios de vivir con plena responsabilidad el Bautismo, la dignidad del ser cristianos. Por esto os organizáis en asociaciones con ideales y calidades precisas como lo indica el Concilio Ecuménico Vaticano II: una asociación que tiene la finalidad apostólica de la Iglesia, que colabora con la jerarquía, que se manifiesta comocuerpo orgánico y que recibe de la Iglesia un mandato explícito (cfr.Decr. Apostolicam actuositatem, 20). Sobre la base de lo que sois, querría, queridos amigos, en los pasos de mis venerados Predecesores, confiaros algunas indicaciones de compromiso.

1. La perspectiva educativa

En la línea marcada por los obispos de las iglesias situadas en Italia, estáis particularmente llamados a valorar vuestra vocación educativa. La Acción Católica es una fuerza educativa cualificada, sostenida por buenos instrumentos, por una tradición centenaria. Sabéis educar a los niños y a los jóvenes con la ACR, sabéis llevar a cabo recorridos educativos con adolescentes y jóvenes, sois capaces de una formación permanente para los adultos. Vuestra acción será mayormente incisiva si, como ya hacéis, trabajáis más todavía entre vosotros con una óptica profundamente unitaria y favorecéis colaboraciones con otras fuerzas educativas sean eclesiales o civiles. Para educar es necesario ir más allá de la ocasión, el momento inmediato, y construir, con la colaboración de todos, un proyecto de vida cristiana fundado sobre el Evangelio y sobre el Magisterio de la Iglesia, poniendo en el centrouna visión integral de la persona. Vuestro Proyecto Formativo es válido para muchos cristianos y hombres de buena voluntad, sobre todo si pueden ver en vosotros, modelos de vida cristiana, de compromiso generoso y gozoso, de interioridad profunda y de comunión eclesial.

2. La propuesta de la santidad

Vuestras asociaciones son gimnasios de santidad, en la que os entrenáis con dedicación plena en la causa del Reino de Dios, en un sistema de vida profundamente evangélica que os caracteriza como laicos creyentes en los lugares de la vida cotidiana. Esto exige oración intensa ya sea comunitaria opersonal, la escucha continuada de la Palabra de Dios, y una asidua vida sacramental. Es necesario hacer del término “santidad” un palabra común, no excepcional, que no designe sólo a estados heroicos de vida cristiana, sino que indique en la realidad de todos los días, una respuesta decidida y una disponibilidad a la acción del Espíritu Santo.

3. La formación al compromiso cultural y político

Santidad dignifica también para vosotros darse al servicio del bien común según los principios cristianos, ofreciendo, en la vida de la ciudad, presencias cualificadas, gratuitas, rigurosas en los comportamientos, fieles al magisterio eclesial y orientadas al bien de todos. La formación en el compromiso cultural y político representa para vosotros, por tanto, una labor importante que exige un
pensamiento plasmado del Evangelio, capaz de debatir ideas y propuestas válidas para los laicos. Este es un compromiso que se cumple sobre todo, a partir de la vida cotidiana, de madres y padres que luchan en los desafíos de la educación de los hijos, de trabajadores y de estudiantes, de centros de cultura orientados al servicio del crecimiento de todos. Italia ha atravesado periodos históricos difíciles y ha salido de ellos reforzada, también gracias a la dedicación incondicional de los laicos católicos, comprometidos con la política y las instituciones. Hoy la vida pública del país exige una respuesta ulterior y generosa por parte de los creyentes, para que pongan a disposición de todos,
sus propias capacidades y fuerzas espirituales, intelectuales y morales.

4. Un amplio compromiso en la gran conmoción del mundo y del Mediterráneo

Os pido finalmente, que seáis generosos, acogedores, solidarios y sobre todo, comunicadores de la belleza de la fe. Muchos hombres, mujeres y jóvenes se ponen en contacto con nuestro mundo, que conocen superficialmente, cegados por imágenes ilusorias, y que necesitan no perder la esperanza, no vender su dignidad. Tienen necesidad de pan, de trabajo, de libertad, de justicia, de paz, de que se reconozcan sus propios e inderogables derechos de Hijos de Dios. Necesitan la fe, y nosotros podemos ayudarles, respetando sus convicciones religiosas, en un intercambio libre y sereno, ofreciendo con sencillez, franqueza y celo nuestra fe en Jesucristo. En la construcción de la historia de Italia, la Acción Católica -como ya escribí al Presidente de la República con ocasión del 150 aniversario de la Unidad de Italia- tuvo una gran papel, esforzándose en mantener unidos el amor a la patria y la fe en Dios. Esparcida por todo el territorio nacional, también hoy puede contribuir a crear una cultura popular, difundida, positiva, y formar personas responsables, capaces de ponerse al servicio del país, como en el periodo en el que se elaboró la Carta Constitucional y se reconstruyó el país después de la II Guerra Mundial. La Acción Católica puede ayudar a Italia a responder a su peculiar vocación, colocada en Mediterráneo, encrucijada de culturas, de aspiraciones, de tensiones que exigen una gran fuerza de comunión, de solidaridad y de generosidad. Italia siempre ha ofrecido a los pueblos cercanos y lejanos, la riqueza de su cultura y de su fe, de su arte y de su pensamiento. Hoy vosotros, cristianos laicos, estáis llamados a ofrecer con convicción, la belleza de vuestra cultura y las razones de vuestra fe, más allá de la solidaridad fraterna, para que Europa este a la altura del desafío actual de la época.

Dirijo a toda la Asamblea mi saludo más cordial, saludo al Presidente, el profesor Franco Miano, el Asistente general, monseñor Domenico Sigalini, y a todos los delegados, y a todos y cada uno de la gran familia de la Acción Católica envío una especial Bendición Apostólica.

Desde el Vaticano, 6 de mayo 2011.
Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, mayo 10, 2015

3 de mayo de 2015

Corresponsabilidad eclesial y social

Mensaje de Benedicto XVI a los participantes en la IV Asamblea Ordinaria del Foro Internacional de la Acción  Católica



Con ocasión de la VI Asamblea ordinaria del Foro internacional de Acción Católica, deseo dirigirle un cordial saludo a usted y a todos los que participan en ese significativo encuentro, y de modo particular al coordinador del Secretariado, Emilio Inzaurraga, a los presidentes nacionales y a los consejeros. Saludo en especial al obispo de Iasi, monseñor Petru Gherghel, y a su diócesis, que acogen este encuentro eclesial durante el cual estáis llamados a reflexionar sobre la «corresponsabilidad eclesial y social».

Se trata de un tema de gran importancia para el laicado, que resulta muy oportuno en la inminencia del Año de la fe y de la Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización. La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad especialmente respecto al papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de considerar como «colaboradores» del clero, sino como personas realmente «corresponsables» del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión cordial con los obispos.

Al respecto, la constitución dogmática Lumen gentium define el estilo de las relaciones entre laicos y pastores con el adjetivo «familiar»: «De este trato familiar entre los laicos y los pastores se pueden esperar muchos bienes para la Iglesia; actuando así, en los laicos se desarrolla el sentido de la propia responsabilidad, se favorece el entusiasmo, y las fuerzas de los laicos se unen más fácilmente a la tarea de los pastores. Estos, ayudados por laicos competentes, pueden juzgar con mayor precisión y capacidad tanto las realidades espirituales como las temporales, de manera que toda la Iglesia, fortalecida por todos sus miembros, realice con mayor eficacia su misión para la vida del mundo» (n. 37).

Queridos amigos, es importante ahondar y vivir este espíritu de comunión profunda en la Iglesia, característica de los inicios de la comunidad cristiana, como lo atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (4, 32). Sentid como vuestro el compromiso de trabajar para la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva al mundo, en la búsqueda continua de los signos de los tiempos. No os canséis de afinar cada vez más, con un serio y diario esfuerzo formativo, los aspectos de vuestra peculiar vocación de fieles laicos, llamados a ser testigos valientes y creíbles en todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleve esperanza a las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida. 

Guiar al encuentro con Cristo, anunciando su mensaje de salvación con lenguajes y modos comprensibles a nuestro tiempo, caracterizado por procesos sociales y culturales en rápida transformación, es el gran desafío de la nueva evangelización. Os animo a proseguir con generosidad vuestro servicio a la Iglesia, viviendo plenamente vuestro carisma, que tiene como rasgo fundamental asumir el fin apostólico de la Iglesia en su globalidad, en equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, y en espíritu de íntima unión con el Sucesor de Pedro y de activa corresponsabilidad con los pastores (cf. Apostolicam actuositatem, 20).

En esta fase de la historia, a la luz del Magisterio social de la Iglesia, trabajad también para ser cada vez más un laboratorio de «globalización de la solidaridad y de la caridad», para crecer, con toda la Iglesia, en la corresponsabilidad de ofrecer un futuro de esperanza a la humanidad, teniendo también la valentía de formular propuestas exigentes. Vuestras asociaciones de Acción Católica se glorían de una larga y fecunda historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio, algunos de los cuales han sido reconocidos por la Iglesia como beatos y santos. Siguiendo su ejemplo, estáis llamados hoy a renovar el compromiso de caminar por la senda de la santidad, manteniendo una intensa vida de oración, favoreciendo y respetando itinerarios personales de fe y valorizando las riquezas de cada uno, con el acompañamiento de sacerdotes consiliarios y de responsables capaces de educar en la corresponsabilidad eclesial y social.

Que vuestra vida sea «transparente», guiada por el Evangelio e iluminada por el encuentro con Cristo, amado y seguido sin temor. Asumid y compartid los programas pastorales de las diócesis y de las parroquias, favoreciendo ocasiones de encuentro y de sincera colaboración con los demás componentes de la comunidad eclesial, creando relaciones de estima y de comunión con los sacerdotes, con vistas a una comunidad viva, ministerial y misionera. Cultivad relaciones personales auténticas con todos, comenzando por la familia, y ofreced vuestra disponibilidad a la participación, en todos los niveles de la vida social, cultural y política, buscando siempre el bien común.

Con estos breves pensamientos, a la vez que os aseguro mi afectuoso recuerdo en la oración por vosotros, por vuestras familias y por vuestras asociaciones, de corazón envío a todos los participantes en la asamblea la bendición apostólica, que de buen grado extiendo a las personas con quienes os encontréis en vuestro apostolado diario.

Benedicto PP XVI
Castelgandolfo, 10 de agosto de 2012
Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, mayo 03, 2015

27 de abril de 2015

El Santo Padre Francisco a los niños de la Acción Católica Italiana - 20/12/2013


Queridos muchachos, ¡buenos días!

Os agradezco que hayáis venido a felicitarme por la Navidad en nombre de los muchachos de la Acción católica y de toda la Acción católica italiana, que está representada aquí por los responsables adultos que os han acompañado. También yo os deseo muchas felicidades a vosotros, a vuestros seres queridos, a vuestros amigos y a toda la Asociación.

La A.C.R. es una hermosa realidad, difundida y operante en casi todas las diócesis de Italia. Os animo a ser siempre «piedras vivas» en la Iglesia, unidas a Jesús, para edificar la Iglesia. La Acción católica sin Jesús, no sirve, se convierte en una ONG, ya hay muchas, y no está bien. Otra cosa es ser piedras vivas unidas a Jesús.

He oído que vuestro camino de este año quiere haceros descubrir a Jesús como presencia amiga en nuestra vida. El lema lo expresa muy bien: «No hay juego sin Ti». He aquí que la Navidad es precisamente la fiesta de la presencia de Dios, que viene a nosotros para salvarnos. El nacimiento de Jesús no es una fábula. Es una historia que sucedió realmente, en Belén, hace dos mil años. La fe nos permite reconocer en ese Niño, nacido de la Virgen María, al verdadero Hijo de Dios, que se hizo hombre por amor a nosotros.

En el rostro del pequeño Jesús contemplamos el rostro de Dios, que no se revela a través de la fuerza, del poder, sino a través de la debilidad y la fragilidad de un recién nacido. Así es nuestro Dios, que se acerca tanto en un niño. Este Niño muestra la fidelidad y la ternura del amor ilimitado con el que Dios nos envuelve a cada uno de nosotros. Por eso hacemos fiesta en Navidad, reviviendo la misma experiencia de los pastores de Belén y junto con muchos papás y mamás que se esfuerzan cada día afrontando numerosos sacrificios; junto con los pequeños, los enfermos y los pobres hacemos fiesta, porque es la fiesta del encuentro de Dios con nosotros en Jesús.

Queridos muchachos, Jesús os quiere mucho, quiere ser vuestro amigo; quiere ser amigo de todos los muchachos. ¿Estáis convencidos de esto? ¿Es así? Parece que no estáis muy convencidos, ¿no? ¿Estáis convencidos o no? [Los muchachos responden: ¡sí!] Muy bien. Si estáis convencidos de esto, seguramente sabréis transmitir la alegría de esta amistad por doquier: en casa, en la parroquia, en la escuela, entre los amigos… Y una pregunta para los muchachos: he dicho «en casa, en la parroquia, en la escuela, entre los amigos». ¿Y con los enemigos, con los que no nos quieren? ¿Qué hay que hacer? ¿Quién me lo sabe decir? ¿Qué hay que hacer? ¿Hay que hacer la guerra? [Un muchacho: rezar por ellos]. Sí, rezar por ellos. Para estar cerca de Jesús; ser bueno con ellos. Se debe hacer esto: cercanía, estar cerca de ellos. Y sabréis testimoniarlo, comportándoos como verdaderos cristianos: dispuestos a dar una mano a quien esté necesitado. Y si el que no te quiere tiene necesidad de algo, ¿le darás una mano? ¿No estáis seguros, no? ¡Sí, sí! Sin juzgar a los demás, sin hablar mal. Es fea la gente que habla mal de los demás. Las habladurías, ¿son cristianas o no? ¡No! ¿Las habladurías son una oración? ¿Criticar es como rezar o no? ¡No! Hablar mal es algo feo. No se debe hacer nunca. Y debemos comenzar ahora mismo: jamás murmurar, jamás hablar mal. ¡Adelante así! Entonces, buen camino, siempre unidos a Jesús. Os encomiendo a la Virgen. Os bendigo juntamente con vuestros familiares, educadores, consiliarios y todos los amigos de la A.C.R. ¡Feliz Navidad!, y rezad por mí. Y ahora, antes de recibir la bendición, recemos a la Virgen un Avemaría.


Publicado por: Acción Católica General de Madrid - lunes, abril 27, 2015

19 de abril de 2015

El Santo Padre Francisco a la Acción Católica Italiana - 3/5/2014



Queridos amigos de la Acción católica:

Os doy la bienvenida a todos vosotros, que representáis a esta hermosa realidad eclesial. Saludo a los participantes en la Asamblea nacional, a los presidentes parroquiales, a los sacerdotes consiliarios y a los amigos de la Acción católica de otros países. Saludo al presidente Franco Miano, a quien agradezco la presentación que ha hecho, y al nuevo consiliario general, monseñor Mansueto Bianchi, a quien deseo todo bien en esta nueva misión, y a su predecesor monseñor Domenico Sigalini, que tanto ha trabajado: le doy las gracias por la entrega con la que sirvió durante muchos años a la Acción católica. Dirijo un saludo especial al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia episcopal italiana, y al secretario general, monseñor Nunzio Galantino.

El tema de vuestra Asamblea, «Personas nuevas en Cristo Jesús, corresponsables de la alegría de vivir», se inserta bien en el tiempo pascual, que es un tiempo de alegría. Es la alegría de los discípulos en el encuentro con Cristo resucitado, y requiere ser interiorizada dentro de un estilo evangelizador capaz de incidir en la vida. En el actual contexto social y eclesial, vosotros laicos de la Acción católica estáis llamados a renovar la opción misionera, abierta a los horizontes que el Espíritu indica a la Iglesia y expresión de una nueva juventud del apostolado laical. Esta es la opción misionera: todo en clave misionera, todo. Es el paradigma de la Acción católica: el paradigma misionero. Esta es la opción que hoy hace la Acción católica. Sobre todo las parroquias, especialmente las marcadas por el cansancio y la cerrazón —y son muchas. Parroquias cansadas, parroquias cerradas... ¡existen! Cuando saludo a las secretarias parroquiales, les pregunto: ¿Pero usted es secretaria de esas que abren las puertas o de las que cierran la puerta? Estas parroquias necesitan vuestro entusiasmo apostólico, vuestra total disponibilidad y vuestro servicio creativo. Se trata de asumir el dinamismo misionero para llegar a todos, privilegiando a quien se siente alejado y a los grupos más débiles y olvidados de la población. Se trata de abrir las puertas y dejar que Jesús pueda salir fuera. Muchas veces tenemos a Jesús encerrado en las parroquias con nosotros, no salimos fuera y no dejamos que Él salga fuera. Abrir las puertas para que Él salga, al menos Él. Se trata de una Iglesia «que sale»: siempre Iglesia que sale.

Este estilo de evangelización, animado por una fuerte pasión por la vida de la gente, es especialmente adecuado a la Acción católica, formada por el laicado diocesano que vive en estrecha corresponsabilidad con los Pastores. En esto os ayuda la popularidad de vuestra asociación, que a los compromisos intraeclesiales sabe unir el compromiso de contribuir a la transformación de la sociedad para orientarla al bien. He pensado entregaros tres verbos que pueden constituir para todos vosotros una guía de camino.

El primero es: permanecer. Pero no permanecer encerrados, no. ¿Permanecer en qué sentido? Permanecer con Jesús, permanecer gozando de su compañía. Para ser anunciadores y testigos de Cristo es necesario permanecer ante todo cercanos a Él. Es en el encuentro con Aquél que es nuestra vida y nuestra alegría, que nuestro testimonio adquiere cada día nuevo significado y nueva fuerza. Permanecer en Jesús, permanecer con Jesús.

Segundo verbo: ir. Jamás una Acción católica estática, ¡por favor! No detenerse: ¡ir! Ir por las calles de vuestras ciudades y vuestros pueblos, y anunciar que Dios es Padre y que Jesucristo os lo ha dado a conocer, y que por ello vuestra vida ha cambiado: se puede vivir como hermanos, llevando dentro una esperanza que no defrauda. Que viva en vosotros el deseo de hacer circular la Palabra de Dios hasta los confines, renovando así vuestro compromiso de encontrar al hombre donde quiera que se encuentre, allí donde sufre, allí donde espera, allí donde ama y cree, allí donde están sus sueños más profundos, los interrogantes más auténticos, los deseos de su corazón. Allí os espera Jesús. Esto significa: salir fuera. Esto significa: salir, ir saliendo.

Y, por último, gozar. Gozar y alegrarse siempre en el Señor. Ser personas que cantan la vida, que cantan la fe. Esto es importante: no sólo recitar el Credo, recitar la fe, conocer la fe, sino cantar la fe. Esto es. Decir la fe, vivir la fe con alegría, y a esto se llama «cantar la fe». Y no lo digo yo, lo dijo san Agustín hace 1600 años: «¡cantar la fe!». Personas capaces de reconocer los propios talentos y los propios límites, que saben ver en sus jornadas, incluso en las más sombrías, los signos de la presencia del Señor. Alegrarse porque el Señor os ha llamado a ser corresponsables de la misión de su Iglesia. Alegrarse porque en este camino no estáis solos: está el Señor que os acompaña, están vuestros obispos y sacerdotes que os sostienen, están vuestras comunidades parroquiales, vuestras comunidades diocesanas con las que compartís el camino. ¡No estáis solos!

Con estas tres actitudes: permanecer en Jesús, ir hasta los confines y vivir la alegría de la pertenencia cristiana, podréis llevar adelante vuestra vocación, y evitar la tentación de la «quiete», que nada tiene que ver con el permanecer en Jesús; evitar la tentación de la cerrazón y del intimismo, tan edulcorada, disgustosa por cuanto es dulce, la del intimismo... Si vosotros salís, no caeréis en esta tentación. Y evitar también la tentación de la seriedad formal. Con este permanecer en Jesús —ir hasta los confines, vivir la alegría evitando estas tentaciones—, evitaréis llevar adelante una vida más parecida a estatuas de museo que a personas llamadas por Jesús a vivir y difundir la alegría del Evangelio. Si queréis escuchar el consejo de vuestro consiliario general —es muy pacífico, porque lleva un nombre apacible, él, es Mansueto—, si queréis acoger su consejo, convertíos en burritos, pero jamás en estatuas de museo, por favor, jamás.

Pidamos al Señor, para cada uno de nosotros, ojos que sepan ver más allá de la apariencia; oídos que sepan escuchar gritos, susurros y también silencios; manos que sepan sostener, abrazar y curar. Pidamos, sobre todo, un corazón grande y misericordioso, que desee el bien y la salvación de todos. Que os acompañe en el camino María Inmaculada, y también mi bendición. Y os doy las gracias porque sé que rezáis por mí.

Ahora os invito a rezar a la Virgen, que es nuestra Madre, que nos acompañará en este camino. La Virgen siempre iba detrás de Jesús, hasta el final, lo acompañaba. Pidámosle que nos acompañe siempre en nuestro camino, este camino de la alegría, este camino del salir, este camino del permanecer con Jesús.

Fuente: Web del Vaticano

Video
Publicado por: Acción Católica General de Madrid - domingo, abril 19, 2015