5 de junio de 2015

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Corpus Christi: Jesucristo vivo y realmente presente - Mons. Julián Ruiz Martorell

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Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

La solemnidad del “Corpus Christi” nació con el objetivo de reafirmar la fe del pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente en el sacramento de la Eucaristía. En ella adoramos, alabamos y damos públicamente gracias al Señor, porque en la Eucaristía Jesús sigue amándonos hasta el extremo, hasta el don de su cuerpo y de su sangre.



Veneramos con entusiasmo y amor la presencia del Señor en la Eucaristía. Y hacemos nuestra la intención explícita de Cristo de que nosotros actualicemos cada día su actitud vital, es decir, compartirnos, darnos, entregarnos, ofrecernos por los demás. La auténtica Eucaristía se prolonga en un amor activo y manifiesto, en gestos explícitos de caridad.

En la Eucaristía se expresa el “amor más grande” que impulsa a dar la vida por los hermanos. En la Eucaristía el Señor se hace alimento para la humanidad hambrienta. Se dirige al corazón del hombre que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que anhela la verdad.

La auténtica alegría consiste en reconocer que Cristo se queda con nosotros, hasta el final de los tiempos, como compañero infatigable de camino. Se nos regala como pan de vida, nos sostiene fielmente en nuestra peregrinación vital, y nos promete la vida eterna.

No es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros quienes somos cambiados misteriosamente por Cristo, con Cristo y en Cristo.

“La Iglesia vive de la Eucaristía desde sus orígenes. En ella encuentra la razón de su existencia, la fuente inagotable de su santidad, la fuerza de la unidad y el vínculo de la comunión, el impulso de su vitalidad evangélica, el principio de su acción evangelizadora, el manantial de la caridad y la pujanza de la promoción humana, la anticipación de su gloria en el banquete eterno de las Bodas del Cordero” (Instrumentum Laboris de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: La eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia, nº 1).  Celebramos en esta jornada el “Día de la Caridad”. La participación plena, activa y fructuosa de todo el pueblo de Dios en la Eucaristía se vive de un modo consciente, piadoso y auténtico cuando extiende el amor de Dios a todos los hermanos, especialmente a quienes más sufren. No podemos decir que amamos a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano, a quien vemos padecer a nuestro lado.

La Eucaristía nos impulsa a compartir lo que tenemos con caridad cristiana, con todas las personas que encuentran numerosas dificultades para sobrevivir. La Eucaristía nos enseña a promover una auténtica cooperación con los pobres, para que a través de los frutos de su trabajo y de nuestra colaboración puedan vivir una vida digna.

Cada cristiano es signo visible de la caridad de Cristo hacia cuantos pasan necesidad material y espiritual. Cada forma de caridad personal y organizada en la Iglesia encuentra su punto de referencia en el amor sacrificial de Cristo. Cáritas es la misma Iglesia en el ejercicio de su amor y servicio a los pobres, a los más desfavorecidos y necesitados.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

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