11 de mayo de 2015

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Situación social y política que vive nuestro pueblo - Mons. Braulio Rodríguez

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Con cierta frecuencia, en estas páginas, trato temas que podríamos denominar “sociales”; otras veces he aludido a temas “políticos”. ¿Cuál es la razón de hablar de estos temas? Nada tienen que ver con la actividad propiamente política, que no me compete; mucho menos la confrontación política entre partidos diferentes. No. Pero tengo, como obispo, la posibilidad de iluminar, siempre desde la Doctrina Social de la Iglesia, la situación social y política que vive nuestro pueblo, pues, como comunidad eclesial, los católicos de Toledo no viven fuera de la historia ni de los avatares que se van sucediendo en nuestra sociedad.

Decía hace poco el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, en la última Plenaria de Obispos, que la posición de la Iglesia no es, desde los inicios mismos de la llamada Transición política –en la que tuvo un destacado papel en la recuperación pacífica de los derechos y libertades- la de un contrincante político. Su papel no es de orden partidista, sino de orden pastoral, de iluminar conforme al Evangelio la conciencia de sus fieles para que su actuación, con personal responsabilidad, sea coherente con su fe como ciudadanos que son también de pleno derecho.

Todo lo cual significa, en mi opinión, que este es cometido evangelizador de la Iglesia en la sociedad civil de nuestra patria, donde tiene un espacio cualificado por su significación histórica y social, que viene marcado por dos coordenadas: independencia y colaboración. Es bueno recordar aquí que la Constitución española determina que, respetando la aconfesionalidad del Estado, contempla el hecho religioso, también la fe católica, como realidad positiva que contribuye a la construcción social. Algo, por desgracia, olvidado en ocasiones por grupos e incluso partidos políticos, que no abandonan su concepción de que la Iglesia son los clérigos y apenas contribuye al bien de la sociedad, y que mejor está en el ámbito privado, sin que expliquen mucho lo que eso significa.

Por esta razón, me parece importante resaltar que en el espacio público la Iglesia siempre trabajará por realidades innegociables, como son el derecho a la vida desde la concepción hasta su fin natural, el verdadero matrimonio y la armonía y estabilidad familiar, el derecho de los padres a la educación de sus hijos conforme a sus convicciones. Y lo que decimos es que todos ello está en consonancia con lo que muestra el Evangelio, en el que prima ante todo la opción preferencial por el amor y la misericordia de Dios para con los más débiles y pobres de la sociedad.

¿Quiere esto decir que los católicos somos perfectos y nos colocamos en un ámbito ideal, sin implicarnos en los problemas de cada día? Sabéis, hermanos, que no es así. Que respetamos la legítima autonomía del orden temporal (cf. Gaudium et spes,36); pero que este respeto no puede significar prescindir del recto orden moral y de las verdaderas exigencia de la naturaleza humana. Decía el Cardenal R. Blázquez en el discurso antes citado que “en una sociedad civil no ha de extrañar que los católicos tengan una voz coherente con su en los asuntos públicos, en el diseño de la vida social y cultural. Convicciones profundas que, por otro lado, están en las raíces más fecundad de la historia y señas de identidad de nuestro pueblo y han informado su caminar por la historia”.

Siempre es necesario que los católicos, especialmente los fieles laicos, vivan, personal y asociadamente, con coherencia responsable y alegre, la fe en la calle, en la vida social y política, en el ejercicio del voto o de la representación y actividad política, en la familia y con los amigos, en la cultura y en el arte, en el trabajo y en la diversión, para contribuir a un mundo mejor y defender la dignidad del ser humano, que solo se esclarece plenamente a la luz de Jesucristo, el Verbo encarnado (cf. Gaudium et spes, 22).

+ Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo
Primado de España

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